Una serie de ensayos en 12 volúmenes, escrita por Robert Breedlove, que exploran la disrupción digital del ‘‘estado-nación’’ y la posterior amplificación de la soberanía individual durante la era digital. Esta serie está basada en la obra maestra de 1997: El individuo soberano.
En Soberanismo volumen 1, exploramos la destrucción creativa de los estados-nación forjada por las tecnologías y los sistemas socioeconómicos auto-organizados de la era digital. En el volumen 2, analizamos más de cerca una innovación catalítica clave detrás de la transición global hacia el soberanismo: Bitcoin. El tener a Bitcoin como analogía a el “banco extraterritorial definitivo” es una herramienta mental útil, que puede ayudarnos a comprender mejor las fuerzas megapolíticas, las consideraciones de la teoría de juegos y los incentivos económicos que impulsan esta emigración de capital hacia la alta mar digital del siglo XXI.
La Alta Mar digital
“El ciberespacio es la máxima jurisdicción extraterritorial. Una economía sin impuestos. Bermudas en el cielo con diamantes.” — El Individuo Soberano
Las aguas internacionales han sido históricamente el mayor refugio geográfico de los estados-nación. Los jugadores, piratas, contrabandistas y otros pecadores que buscan participar en actividades condenadas por el estado, hacen uso de este territorio ingobernable voluntariamente. Este reino oceánico está plagado de altos grados de riesgo, recompensa y responsabilidad propia. ¿Pero exactamente por qué el derecho marítimo es tan diferente de los sistemas legales que operan dentro de los estados-nación terrestres? Un simple análisis de costo-beneficio nos proporciona la causa: dado el tamaño y la inhabilidad en alta mar, los ingresos que una autoridad tributaria podría esperar generar al establecer un dominio permanente allí son superados con creces por los costos necesarios de aplicación. Incluso suponiendo que la actividad económica exhibiera una densidad suficiente en alta mar para justificar un régimen fiscal rentable, sería necesario considerar cuidadosamente el costo de defender este monopolio de otros estados con fines de lucro. Por estas razones económicas, las aguas internacionales son el último “salvaje oeste”, donde los estados gastan enormes recursos solo para proteger sus monopolios territoriales frente a un asalto naval.
Incluso, los estados estables son en su mayoría incapaces de extorsionar, de manera rentable, las actividades comerciales en alta mar. Dado que el flujo de agua en la Tierra configura en gran medida los límites del dominio estatal (muchos ríos y costas forman las fronteras de los estados-nación), el poder dominante en estos territorios fronterizos tiende a dominar geopolíticamente. El acceso acuático ofrece ventajas económicas: al mover energía o masa (la masa es energía congelada) a través del espacio-tiempo, las fuerzas hidráulicas del agua ayudan a la humanidad a superar las fricciones de la gravedad, mejorando así radicalmente la productividad. Empujar una carga de 10 toneladas en tierra requiere exponencialmente más energía que empujar la misma carga en el agua. Como territorio altamente dinámico y de baja fricción, el agua es un acelerador de la red energética del comercio y al mismo tiempo un impedimento para el establecimiento de un dominio permanente. Esto hace que el control de la costa sea una gran ventaja geopolítica. De hecho, el acceso sin obstáculos a los océanos Pacífico y Atlántico fue clave para el dominio de Estados Unidos en el siglo XX, tanto económica como militarmente. Considerado en combinación, el monopolio de la violencia que puede ejercer la mayor fuerza sobre los mares suele ser el estado-nación supremo. Como escribió el estratega naval Alfred T.Mahan en su clásico The Influence of Sea Power Upon History:
Estar rodeado por el vasto vacío de alta mar es una ventaja defensiva natural. Los costos necesarios para que una autoridad tributaria vigile, patrulle y recolecte en territorio oceánico son simplemente asombrosos. Los regímenes tributarios deben enfocar sus esfuerzos en áreas terrestres de alta densidad económica para ser rentables. Curiosamente, la dinámica económica de alta mar puede ayudarnos a comprender las ventajas del comercio en el espacio digital.
Imagínese que toda la actividad comercial deja su base terrestre, y en su lugar, se lleva a cabo a bordo de barcos dispersos ampliamente por las aguas abiertas del mundo. Ahora imagine que cada una de estas naves emprendedoras tuviera un dispositivo de camuflaje, haciéndolo invisible a la vista e indetectable por radar o cualquier otro medio de vigilancia. Imagine además que el conocimiento de las identidades de todas las almas que navegan en alta mar, todo el capital bajo su mando, y todas las comunicaciones entre ellas están veladas bajo un manto similar de opacidad epistémica. Finalmente, imagine que este mercado oceánico se infla repentinamente al tamaño del universo observable. ¿Qué tan caro y difícil imaginas que sería regular una economía tan sigilosa y expansiva? Por fantástico que pueda parecer todo esto, el comercio, las identidades y el capital domiciliado en el espacio digital gozan de ventajas equivalentes de defensa, ocultación e imposibilidad de rastrear. Aunque aún no es lo común, la tecnología de cifrado continúa avanzando a un ritmo acelerado, reificando rápidamente esta fantasía analógica en una realidad digital para soberanos sofisticados de todo el mundo.
Como demuestra la configuración de los estados-nación del siglo XX, es difícil proyectar el dominio a través de los mares. De esta manera, la construcción imaginaria que equipara el espacio digital con alta mar es útil para discernir los desafíos que se plantean a todos los intentos unilaterales de controlar a las personas en el siglo XXI. Las posibles víctimas de la tiranía económica ahora pueden recurrir al único refugio seguro inviolable para el capital: Bitcoin. El poder del Estado-nación se basa en su capacidad para confiscar la riqueza, un vector de ataque que puede ser neutralizado en gran medida por las tecnologías digitales. A veces, la mejor manera de enfrentar un ataque es con el espacio vacío, y el dominio digital permite que el vacío alcance una inmensidad de proporciones cósmicas. Con las tecnologías digitales, la información y el capital pueden moverse a la velocidad de la luz, esconderse detrás de paredes de energía encriptada y almacenarse “en todas partes y en ninguna parte” en una variedad aparentemente ilimitada de formas, limitadas solo por la imaginación de los desarrolladores. Dicho de manera sucinta: las impenetrables defensas digitales desafían la fuerza. Con el advenimiento de Bitcoin, la información, el dinero y la memoria han logrado una fusión irreversible: un evento dependiente del camino que altera para siempre las fluctuaciones de la auto-organización socioeconómica.
El dinero sin corporeidad tiene implicaciones alucinantes. Cada intento de transferencia unilateral de valor económico (inflación, impuestos no consensuados y confiscación directa) genera una mayor demanda de capital a prueba de robos. En el extremo más lejano del espectro de resistencia a la confiscación se encuentra el brillo constante de Bitcoin. A medida que los ciudadanos se den cuenta de las ventajas naturales de resguardar sus ahorros a través del abismo infranqueable de la alta mar digital, surgirá un ciclo de retroalimentación entre la creciente extralimitación del gobierno y el escapismo digital, con intentos más duros de control que impulsan oleadas cada vez más grandes de fuga de capitales. En contraproducente desesperación, los gobiernos más estrictos se aferrarán, el capital hiper-portátil más rápido se deslizará entre sus dedos hacia el éter digital. Sin tener en cuenta los decretos, la teoría de juegos siempre gobierna la acción humana.
Un resultado directo del endurecimiento de los gobiernos es el crecimiento de la capitalización de mercado de Bitcoin y la seguridad de la red, junto con una reducción proporcional en su riesgo percibido de propiedad (el dinero fuerte es un bien de Veblen). Un ejemplo reciente de esto es la prohibición de Bitcoin por parte del banco central de Nigeria, que solo ha acelerado la adopción local del mismo. En última instancia, esta dinámica se convertirá en un vórtice global de teoría de juegos que atraerá todo el capital monetario a la banca extraterritorial definitiva: Bitcoin. A medida que se derrumben los ingresos del gobierno, cesarán las funciones que tradicionalmente este proporcionaba, como el voto, los derechos de propiedad privada, la identidad, los servicios públicos, la defensa y muchas otras, creando un vacío en el mercado para que los empresarios satisfagan sus necesidades insatisfechas. Un “océano azul” de nuevas oportunidades de mercado estallará a medida que se desintegran los monopolios de los estados-nación. El dinero desmaterializado desmonopoliza la mayoría de los mercados, ya que minimiza la superficie de ataque necesaria para una legislación y coerción efectivas, por lo que considera que la contundencia es cada vez menos útil (con las excepciones del rescate directo y la extorsión, que no son escalables). De esta manera, comprar Bitcoin es la gran apuesta contra el estatismo. Algunas de las mentes más brillantes de nuestro tiempo ya han elegido su lado en este negocio histórico:
La vida es una serie de decisiones que implican sacrificios. Los individuos que se anticipen y se adapten con éxito a estos cambios marinos mega-políticos subirán al poder en un mundo soberanista. Y la clave del éxito de los soberanistas en la alta mar digital es el acceso al capital, la privacidad y la preservación.
Banca digital extraterritorial
“Cuando el paraíso fiscal más grande de todos ellos esté completamente abierto para los negocios, todos los fondos serán esencialmente fondos extraterritoriales a discreción de su propietario.”- El individuo soberano
En el siglo XX, la banca extraterritorial se convirtió en el medio preferido de protección patrimonial. Tanto los saqueadores como los saqueables tienen una gran demanda de aislamiento contra la incautación, que buscan proteger sus fondos del alcance confiscatorio de otros. Los bancos extraterritoriales son paraísos fiscales, instituciones sociales que existen desde que los gobiernos decidieron financiarse mediante impuestos unilaterales e inflación. Pero los paraísos fiscales no siempre han sido los bancos. La antigua Roma nos da el ejemplo de un puerto libre de impuestos establecido en la isla de Delos con la intención de socavar jurisdicciones en competencia y atraer actividad económica a sus puertos. El puerto libre de impuestos de Delos fue uno de los paraísos fiscales originales. Rodas, un estado insular griego vecino, perdió rápidamente el comercio con este puerto libre de impuestos y declinó como potencia comercial en el mundo antiguo. Una lección importante está disponible aquí: cuando están debidamente armados con la opcionalidad de las ofertas de proveedores de servicios de la competencia, los clientes dictan el destino de los mercados. Claramente, los clientes siempre prefieren pagar menos por servicios iguales. Un principio similar empuja al capital hacia los almacenes más seguros disponibles en cada época de la historia. En la historia más reciente, los bancos se han convertido en bastiones para el almacenamiento seguro de capital.
Una cuenta bancaria en Suiza es quizás el ejemplo moderno más infame de paraíso fiscal. A principios del siglo XIX, Suiza se declaró un estado neutral. Durante los siguientes 100 años, sus bancos se convirtieron gradualmente en un paraíso fiscal extraterritorial para la élite europea. Después de la Primera Guerra Mundial a principios del siglo XX, esta pequeña industria suiza comenzó a crecer. Debido a la devastación sufrida en toda Europa durante la guerra, la mayoría de los gobiernos se vieron obligados a aumentar los impuestos para la reconstrucción. En virtud de su neutralidad geopolítica, Suiza no sufrió grandes daños por la guerra y, por lo tanto, pudo mantener bajos sus impuestos en comparación con sus vecinos más beligerantes. Esta asimetría de la filosofía de la gobernanza atrajo grandes flujos de capital hacia Suiza. Aprovechando la neutralidad geopolítica de su estado-nación y las ventajas topológicas de estar rodeada por grandes cadenas montañosas en el corazón de Europa, la banca suiza pronto desarrolló una reputación de 1servicio de alta calidad orientado a una clientela internacional. Naturalmente, todo el mundo desea “tener las llaves” de su propio bienestar financiero, e históricamente, las cuentas bancarias suizas ofrecían a los clientes garantías superiores de accesibilidad financiera, privacidad y seguridad. A través de estas deseables dimensiones, Bitcoin sobresale en muchos órdenes de magnitud.
Como utilidad pública que facilita los flujos comerciales de propiedad privada, Bitcoin ofrece accesibilidad financiera universal. Con una llave privada, el activo portador de información que permite usar Bitcoin, se puede almacenar en una memoria analógica, digital o incluso biológica. Las llaves privadas se pueden utilizar para iniciar transacciones de Bitcoin desde cualquier parte del mundo con acceso a telecomunicaciones, en cualquier momento del día. Tener las propias llaves privadas es el santo grial de la auto-soberanía. Aunque el historial de transacciones de Bitcoin es universalmente transparente, los vínculos de propiedad entre las claves y los titulares solo se pueden establecer a través de la vigilancia, y los desarrollos de software incipientes como Taproot continúan mejorando la privacidad de Bitcoin. Con un opsec adecuado, Bitcoin es una verdadera riqueza sigilosa. En términos de seguridad, la red Bitcoin es la red informática más poderosa y segura de la historia. En virtud de ser un dinero digital puro, Bitcoin se puede almacenar en una amplia variedad de esquemas de custodia de seguridad ultra alta que son prácticamente inmunes a la confiscación. Críticamente, Bitcoin es el único dinero en la historia absolutamente inmune a la confiscación a través de la inflación. En combinación, las garantías de accesibilidad, privacidad y seguridad de Bitcoin lo convierten en el paraíso fiscal indiscutible elegido por todos los soberanistas del siglo XXI.
En virtud de ser “el último banco extraterritorial” en el siglo XXI, Bitcoin destruye al estatismo y nutre una cultura global emergente arraigada en el soberanismo.
Bitcoin es el refugio seguro más sólido contra la inflación, los impuestos y la confiscación unilaterales en la historia de la humanidad. Este sistema monetario digital de libre mercado finalmente devuelve “las llaves del castillo” a sus legítimos propietarios: las personas que se sacrifican para producir los frutos del trabajo emblemático por el dinero en el mercado (pero solo aquellas personas que poseen sus propias llaves privadas, bitcoin mantenido en un custodio tercerizado no es bitcoin). En este nuevo paradigma, todo el capital almacenado en Bitcoin constituye esencialmente “fondos extraterritoriales” bajo el control total discrecional de sus respectivos propietarios. Los actores del mercado se están dando cuenta rápidamente de la importancia de la soberanía monetaria, y Bitcoin está fluyendo rápidamente fuera de las casas de cambio y hacia esquemas de custodia autónoma:
El poder, la libertad y la soberanía que obtienen los individuos al llevar a cabo sus asuntos financieros en Bitcoin es un punto indiscutible de Schelling en el mayor juego de adversarios de todos: la acción humana. Más allá de ser un cambio de juego, Bitcoin es un juego completamente nuevo: su sistema socioeconómico derivado de soberanía promete mejorar las fortunas en todo el mundo, ya que incentiva el abandono del uso de la fuerza para siempre.
El fin de la extorsión masiva
“El poder siempre ha buscado el camino más rápido hacia la riqueza atacando a quienes la poseían.”
- William Playfair
En su arco más grande, el avance de la civilización es centrífugo hacia la soberanía: a medida que el intercambio de mercado nos hace más productivos a través de la innovación y más virtuosos a través de la aculturación, el poder irradia hacia la periferia. A medida que la soberanía se vuelve más simétrica, los decretos y la fuerza pierden relevancia en relación con la eficiencia económica. A medida que disminuyen los beneficios de la política y (su extensión natural) la violencia, los sistemas socioeconómicos tienden a convertirse en libres y descentralizados, ya que en tales condiciones es más rentable cooperar que confiscar. Un ejemplo extremo de esto sería la antigua sociedad de cazadores y recolectores, en la que la violencia solo podía hacerte ganar el botín de una sola víctima o un pequeño pueblo, y la simetría de la información (reflejada en la relativa sofisticación de las herramientas y armamentos antiguos) era bastante alta, lo que significa que el conflicto armado era típicamente tan riesgoso como potencialmente beneficioso. Aunque altamente descentralizada, el inconveniente de esta antigua estructura socioeconómica se definió por el axioma “el poder tiene razón”, lo que significa que la soberanía individual era frecuentemente desautorizada por cualquiera que llevara “un garrote más grande”. Como el primer derecho de propiedad privada que no requiere protección a través de la amenaza de la fuerza, Bitcoin hace posible una organización socioeconómica descentralizada pero no violenta. Una profunda innovación para la civilización, quizás sin igual desde la invención del “tiempo de reloj”, este dinero digital global, digital y no estatal altera permanentemente la lógica de la violencia.
La fuerza es la aceleración de la energía en el espacio-tiempo. La capacidad de proyectarse y defenderse de la fuerza es un aspecto crítico en los asuntos humanos. Cada época de la civilización exhibe sus propias realidades tecnológicas únicas que reflejan la magnitud y la eficiencia mediante las cuales la energía se puede canalizar a través de las creaciones del intelecto humano: incluidas las herramientas, el dinero y las organizaciones socioeconómicas. Como un ejemplo de este proceso, considere cómo el armamento humano ha progresado desde lanzas, rifles y bombas nucleares, cada una capaz de canalizar más fuerza que la anterior. Por lo general, las innovaciones en esta área son catalizadas por la guerra, que tiende a acentuar las necesidades de supervivencia entre aquellos a quienes impacta. La necesidad, se dice, es la “madre de la invención”. El conflicto armado es una función forzada que estimula la inventiva; está profundamente relacionado con la característica distintiva de la acción humana: la canalización intencionada de energía a través del espacio-tiempo hacia el logro de objetivos valiosos. La guerra es la colisión visceral de voluntades humanas contrarias, un fuego del infierno que ha envuelto y rediseñado repetidamente los límites de las civilizaciones a lo largo de la historia. Por estas razones físicas, los métodos mediante los cuales la humanidad canaliza la energía para ejercer la coerción o la violencia, que son ambas fuerzas contra los demás, están íntimamente entrelazados con la forma de los sistemas socioeconómicos.
El cálculo de la violencia contribuye a explicar por qué los procesos de libre mercado favorecieron naturalmente las tecnologías monetarias que eran difíciles de robar. Dado que la amenaza de violencia está siempre presente, las personas prefieren tener activos de valor máximo (de intercambio o de utilidad) en relación con sus costos de asegurar. Los activos defendibles, asegurables y difíciles de producir son naturalmente resistentes a los esfuerzos extorsivos de otros. Estas cualidades de asegurabilidad fueron clave para la selección del oro como dinero en el mercado libre. La asegurabilidad es un subconjunto de la propiedad monetaria de la portabilidad, ya que los activos con una alta relación valor/peso son más fáciles de mover y menos costosos de asegurar. Bitcoin perfecciona la propiedad monetaria de la portabilidad, y su subconjunto de asegurabilidad, en virtud de su pureza digital: se puede mover a la velocidad de la luz y asegurar en cualquier medio que contenga información. Resolver las deficiencias de portabilidad del oro es una de las principales razones por las que se introdujeron las monedas respaldadas por oro, lo que dio a los gobiernos un vector de ataque para monopolizar el suministro de dinero. La moneda es un mecanismo que utilizan los estados-nación para infligir extorsión masiva a las sociedades a través de la inflación y los impuestos unilaterales.
Originalmente destinado a energizar y organizar las fuerzas militares, la banca central (monopolios legales del dinero) ha degenerado en sistemas de fuerza extorsiva ejercidos sin escrúpulos sobre los ciudadanos. La manipulación de la oferta monetaria monopolizada es la principal palanca que los gobiernos han utilizado para usurpar la soberanía de los ciudadanos a lo largo de las eras analógicas. Desde el recorte de monedas hasta la flexibilización cuantitativa (QE), la intromisión monetaria siempre ha tenido un propósito singular: la extorsión de los ciudadanos. La inflación aquí significa aumentos específicamente arbitrarios en una oferta de dinero bajo control de monopolio legal, y no una expansión de oferta simétrica, como la que ocurre con la extracción de oro o Bitcoin, o la emisión de crédito bancario de libre mercado, que son distintos porque son procesos de libre mercado vinculados por sus costos de producción y el riesgo de pérdidas económicas, respectivamente. La inflación es un fenómeno estrictamente asimétrico que no es de libre mercado.
La inflación es un impuesto, pero su medición precisa es problemática. La inflación resulta en la erosión general del poder adquisitivo con el tiempo, ya que “más dinero persigue la misma cantidad de cosas”, lo que resulta en más horas de trabajo necesarias para comprar la misma cantidad de bienes básicos para sobrevivir. El gobierno de los Estados Unidos cuantifica erróneamente (o quizás engañosamente) la inflación utilizando el Índice de Precios al Consumidor (IPC). El IPC se basa en un cálculo que se ha reconfigurado muchas veces para alcanzar tasas específicas y excluye categorías “volátiles” como alimentos y energía. Volátil aquí significa que el precio cambia, lo que parece contraproducente excluir de un índice destinado a rastrear los cambios de precios. En verdad, la inflación nunca puede describirse mediante una métrica singular. La inflación es intrínsecamente subjetiva, al igual que las valoraciones debilitadas por la pérdida de poder adquisitivo que inflige a los participantes del mercado. Dicho de otra manera, la inflación es relativa a los objetivos únicos que tiene cada actor del mercado, lo que hace que todas las métricas de inflación “universales” sean inexactas. El proxy más preciso para el impuesto inflacionario es el crecimiento amplio de la oferta monetaria, un cambio porcentual aproximadamente igual a la cantidad de tenedores de moneda fiduciaria que se diluyen en un período de tiempo determinado.
La inflación es imposible de cuantificar en un valor en dólares específico, ya que es una pérdida subjetiva de poder adquisitivo, basada en la canasta de bienes que un actor del mercado en particular pretende adquirir. En otras palabras, cada participante del mercado fija (y restablece) subjetivamente un coeficiente de inflación único para sí mismo comprando, vendiendo y manteniendo activos. Pero no se deje engañar por su subjetividad: objetivamente hablando, la inflación es un impuesto, aunque de una forma más insidiosa e indirecta. Dicho de manera aún más sencilla: la inflación es solo impuestos. A pesar de siglos de propaganda keynesiana, la inflación no ofrece ningún beneficio económico a nadie más que a los inflacionistas de divisas, los ladrones del banco central que se benefician de este monopolio legalizado de falsificación. Los impuestos directos se pueden cuantificar de manera más explícita (en términos de dólares), ya que se facturan y pagan en denominaciones monetarias. Aunque la mayoría de los contribuyentes estadounidenses están condicionados, como los perros pavlovianos, a presentar sus formularios y rendir tributo cada abril para evitar “gráficos terroríficos” del IRS (Hacienda), es importante darse cuenta de que los impuestos a tasas no determinadas por consenso son, por definición, extorsión. Los impuestos no consensuales y (su siniestro gemelo) la inflación son actos criminales e inmorales indistinguibles del robo. A riesgo de ser repetitivo, permítanme aclarar el punto: los impuestos unilaterales y la inflación son actos de extorsión perpetrados contra ciudadanos de todo el mundo por los bancos centrales.
Extorsión: La extorsión es un delito que consiste en obligar a una persona, a través de la utilización de violencia o intimidación, a realizar u omitir un acto jurídico o negocio jurídico con ánimo de lucro y con la intención de producir un perjuicio de carácter patrimonial o bien del sujeto pasivo y bien normalizado.
Los actores del mercado se enfrentan a importantes incentivos económicos para escapar de esta extorsión sistémica y ubicua. La banca central es un sistema institucionalizado de robo de tiempo: uno de los últimos vestigios de la esclavitud en un mundo que, a pesar de los vientos extorsivos en contra, ha avanzado moralmente de muchas maneras, gracias a las estridentes ganancias de productividad del ingenio empresarial. En muchos sentidos, la moralidad es un lujo y la inflación socava su promoción, de la misma manera que margina otras innovaciones. Afortunadamente para los habitantes de la era digital, ahora está disponible una opción para salir de este juego manipulado. Cualquiera que valore su propio tiempo, o el tiempo de aquellos en su vida, ahora puede elegir un dinero acorde con la absoluta escasez de tiempo. Este cambio de perspectiva, aparentemente simple, crea una presión hidráulica de incentivos que promete provocar el colapso final de los esquemas piramidales de moneda fiduciaria en todas partes. Para cuantificar los desincentivos que enfrentan los participantes del mercado para mantener sus ahorros en moneda fiduciaria, y los incentivos proporcionales para mover su capital a la banca extraterritorial de Bitcoin, considere las siguientes cifras:
La moneda fiduciaria se basa en una dinámica económica que casi obliga a los actores del mercado a comprar Bitcoin. Un ejemplo claro: el ciudadano estadounidense promedio paga $10.489 en impuestos explícitos al gobierno de los Estados Unidos cada año, sin considerar el impacto pernicioso y más difícil de calcular de la inflación (que depende de la combinación del portafolio, el desempeño, los objetivos, etc.), la La opción de mantener ahorros en Bitcoin es una decisión de $1.2 millones, asumiendo solo un rendimiento anual del 5% sobre ese capital durante 40 años, y rápidamente se dispara a una decisión de $ 4.4M asumiendo una tasa de ahorro del 10%. Entonces, para el ciudadano estadounidense promedio, la pregunta de si adoptar Bitcoin es equivalente a: “¿Cambiaría su cuenta de ahorros por $1.2 millonrs en ahorros para la jubilación?” Y nuevamente, este cálculo solo tiene en cuenta los impuestos directos. Teniendo en cuenta que Estados Unidos imprimió aproximadamente $4,1 billones en 2020, un año en el que sus ingresos fiscales directos fueron de solo $3,9 billones, el uso de nuestro proxy anterior significa que la factura fiscal efectiva (la combinación de inflación e impuestos) es aproximadamente el doble de la factura fiscal directa impuesta a ciudadanos (aunque la inflación es desproporcionadamente adversa para los pobres y aquellos que dependen de ingresos fijos, como jubilados y pensionistas). Al extrapolar la expansión de la oferta monetaria de Estados Unidos en 2020, una duplicación de las cifras anteriores transmite con mayor precisión el verdadero impacto de la extorsión masiva efectuada a través de la inflación y los impuestos unilaterales; y los incentivos para el escape de capitales.
Claramente, a mayores tasas anuales de inflación/impuestos sobre los ahorros, los incentivos para adoptar Bitcoin como protección contra la depredación del capital por parte de los estados nacionales se vuelven astronómicos, alcanzando más de $700 millones, asumiendo $100 mil en ahorros anuales a una tasa del 20%. A medida que este cálculo se haga evidente en los actores del mercado, la avalancha de Bitcoin, su consiguiente explosión en la capitalización de mercado y la posterior implosión de los modelos de ingresos de los estados nacionales, será un evento espectacularmente histórico. La pregunta entonces es: ¿cómo se autoorganizarán los humanos tras el colapso del Estado-nación? Impulsados por su propia extralimitación y las opciones ampliadas que se ofrecen a los ciudadanos con fluidez digital, los ingresos del estado-nación disminuirán de manera vertiginosa: un evento que presagia el colapso de cualquier negocio. Aquellos que consideren esta pregunta y sus posibles resultados de manera probabilística, y se preparen en consecuencia, encontrarán refugio en la alta mar digital, un dominio donde 21 millones de bitcoin es la “ley de la tierra”.
Los soberanos zarpan a la mar
“Las autoridades fiscales se han acostumbrado a tratar a sus contribuyentes como un granjero trata a sus vacas; manteniéndolas en un campo para ser ordeñadas. En la era digital, a estas vacas les crecen alas.”
- El individuo soberano
Autoridad es una palabra fuerte: implica la fuerza de voluntad de unos impuesta sobre otros. Para la tributación, las autoridades dependen de que los contribuyentes permanezcan en su cautiverio terrestre o, al menos, cumplan voluntariamente con los edictos confiscatorios cuando viven fuera de su dominio legal (ver el régimen tributario mundial del gobierno de los Estados Unidos, por ejemplo). Los estados-nación dependen de límites jurisdiccionales claramente definidos e impermeables dentro de los cuales monitorear y gravar la actividad económica. A medida que los impuestos y la inflación se vuelven más atroces, los contribuyentes se desincentivan para permanecer dentro de las jurisdicciones (o, al menos, cumplirlas). Si demasiado comercio o capital sale de una jurisdicción, los ingresos fiscales colapsan, junto con las ganancias de riqueza y productividad generadas por una economía con impuestos excesivos. Para mantener la estabilidad, las autoridades fiscales parasitarias deben ser sensibles para no “matar” a sus anfitriones: las economías productivas que los sostienen. A lo largo de la mayor parte de la historia, esta lucha económica entre las autoridades tributarias y los contribuyentes desfavoreció a los ciudadanos debido a su dependencia de los derechos de propiedad privada, las instituciones y el estado de derecho necesarios para una interacción comercial efectiva. Tradicionalmente, todos estos pilares de la cooperación socioeconómica han sido manipulables por la fuerza, que es la especialidad de los estados-nación. La mutabilidad de las representaciones de la humanidad del capital (activos), las personas (identidades) y las relaciones entre ellas (propiedad) dio a los más exitosos portadores de la coerción y la violencia rienda suelta para torcer las reglas del panorama económico para adaptarlas a sus agendas determinadas políticamente. Ahora, Bitcoin, una forma de propiedad personal inmutable, no basada en la identidad, permite una separación del sistema del banco central de extorsión por parte de soberanistas auto-autoritarios:
“La raíz de la autoridad es “Autor”. Las autoridades toman la autoría y escriben su papel en su historia. Un individuo soberano es el protagonista de la suya.
- Mike Hill
La autoridad institucional de la era analógica se enfrenta ahora a la disolución de una avalancha de ácido digital. Con consecuencias comparables a las de la imprenta de Gutenberg, que rompió el estrangulamiento centralizado de la Iglesia sobre los flujos de conocimiento, las redes autoorganizadas como Internet y Bitcoin están disolviendo las restricciones comerciales del estado-nación al brindar a la humanidad los medios para transportar información y capital, sin permiso, a través del espacio-tiempo, jurisdicciónes y mentes humana. Las autoridades fiscales, que dependen fundamentalmente de su capacidad para restringir la opcionalidad financiera para los ciudadanos, ahora se verán obligadas a prestar servicios cada vez más valiosos para retener cualquier ingreso. El poder de los individuos para “votar con los pies” al salir de los complejos de la moneda fiduciaria conduce a un mundo con un énfasis mucho mayor en la libre elección y, por lo tanto, gobiernos y modelos de gobernanza más pequeños y menos coercitivos. Al re-localizar la responsabilidad, el soberanismo resultará en una amplia expansión del único derecho humano: elegir.
La sabiduría convencional del siglo XX concibe al dinero como un producto monopolista del Estado-nación. Tal pensamiento tradicional se deteriora en proporción a las diferencias de condiciones entre el pasado y el presente. La historia se escribe a medida que se acumula la inadaptación entre lo imperante y lo posible, que eventualmente estallan en revoluciones contra lo convencional. Los monopolios monetarios del Estado-nación son incuestionablemente inadaptados para una sociedad digital capaz de autoorganizarse (y reorganizarse continuamente) de manera altamente eficiente, según lo requieran las condiciones. Al igual que las limaduras de metal cerca de un imán, las organizaciones socioeconómicas se forman a lo largo de las líneas de campo de la confianza y la seguridad que emanan de las realidades tecnológicas imperantes en una era determinada. El dinero minimizado por la confianza y el cifrado cambian radicalmente las funciones de la confianza y la seguridad en los asuntos humanos. Mientras que las instituciones analógicas son medios costosos de verificación aproximada, las herramientas digitales son un medio económico de verificación absoluta. Centrado principalmente en el espíritu de “no confíes, verifica” de Bitcoin, las fuerzas económicas garantizarán que las instituciones analógicas cargadas de confianza mueran mientras que las organizaciones digitales centradas en la verificación prosperen en el siglo XXI. El dinero es el punto original de toda organización socioeconómica, y el soberanismo es una bifurcación distinta en el sinuoso camino de la historia humana.
El dinero es un instrumento de pura opcionalidad en el mercado. En términos físicos, el dinero es la manifestación del poder: en este caso, es la capacidad de comandar el trabajo de otros a lo largo del tiempo. Todos los sistemas de autoridad socioeconómica del mundo se derivan de esta herramienta primordial para canalizar la metaenergía a través del espacio-tiempo. Dicho de otra manera: el dinero controla la mayoría de las energías creativas humanas. Al monopolizar el oro y emitir dinero basado en deuda en su lugar, la banca central se convirtió en el abandono de la opcionalidad del actor del mercado. Nacido de Bitcoin, el soberanismo es la resurrección de la opcionalidad individual en un mundo de dominio del estado-nación. Al equipar a los ciudadanos del siglo XXI con el poder de lograr más con menos, de desaparecer en el éter digital cuando sea necesario y de disociarse permanentemente de los complejos de la moneda fiduciaria de comando y control si así lo desean, la era digital promete distinguirse por una nueva clase social de élites cognitivas: los soberanistas sofisticados. A medida que más y más soberanistas “zarpen” a la alta mar digital, las sociedades que formen se volverán más ricas, pacíficas, morales y (por lo tanto) atractivas para los demás, lo que conducirá a un círculo virtuoso de avance civilizatorio.
La elección es el único derecho humano, y Bitcoin amplía radicalmente el espectro de opciones para los actores del mercado en todas partes. Aquellos que reconozcan esta nueva realidad y elijan primero los cursos de acción adecuados, heredarán la Tierra.
El soberanismo es una transición megapolítica aparentemente imparable: cada actor del mercado puede anticiparlo y abrazarlo o verse obligado a hacerlo cuando el complejo global de la moneda fiduciaria (sistema fiat) colapse inevitablemente. Tratar de controlar a los soberanistas será como intentar comandar una bandada de estorninos: un enjambre autoorganizado que se divide y recombina sin problemas, y se desvía de cualquier impedimento a su trayectoria de vuelo. O tal vez podamos comparar el soberanismo con los mares siempre tempestuosos: fuerzas marinas implacables e imparables gobernadas por las leyes de la gravedad, arraigadas en principios de la física más allá del alcance de la política; energías que esculpen la forma de la realidad socioeconómica a pesar de cualquier entidad centralizada. Cuando reina la opcionalidad digital, la descentralización es el rey. La clave indispensable para esta inteligencia autoorganizada de la clase social en ascenso, llamada soberanista, es el inviolable banco extraterritorial de Bitcoin.
El soberanismo comienza con Bitcoin, pero nadie sabe dónde termina. Un estudio de transiciones históricas similares puede proporcionarnos una orientación sobre el poder. En la Parte 3, exploraremos la historia de las transiciones megapolíticas para así aislar variables comunes, y usarlas para visualizar el futuro del soberanismo.
Gracias por leer Soberanismo Volumen 2: Bitcoin, la última banca extraterritorial.
Traducido al español por Koty. Si te gustó mi traducción, puedes contactarme (y apoyarme con algunos sats) directamente aquí.🧡
Esta publicación está bajo la licencia CC BY-SA 4.0.
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